martes, 30 de marzo de 2010

Por qué explorar Marte


Mucha gente se pregunta por qué los gobiernos gastan tanto dinero en la exploración de sitios tan lejanos y remotos que no nos suponen un beneficio a nosotros, mientras aquí en la tierra la gente se muere de hambre, de sed, por las guerras y la corrupción. En fin, por la Pobreza, señora de los males sociales. A mucha de esta gente, los que apoyan la exploración espacial le dan una respuesta poco concisa que no es otra que "es por nuestro futuro". Eso a la gente de a pie no le dice mucho pues, al fin y al cabo, hemos vivido miles de años aquí, ¿por qué en cien años no vamos a poder seguir haciéndolo?
    Otros, por su parte, están tan seguros de la necesidad de la exploración espacial que, ante tales preguntas, miran al cielo diciendo "por qué hay gente tan ignorante en el mundo", y se hacen los sordos, hablando únicamente con personas que entiendan de la necesidad de explorar el espacio. Hay por otra parte, una tercera postura o defensa de la exploración espacial, a saber, que el gasto en exploración es rídiculo frente a otros gastos gubernamentales como la industria del armamento, que tanto daño hace, y que tales gastos en exploración, de ser aplicados a ayudas humanitarias, tendría un efecto leve o nulo sobre la necesidad real de la gente.
    Por una parte, es verdad que esa visión de futuro que tienen muchos científicos es, por decir lo menos, muy borrosa. No se explica cómo ni porqué tenemos que ir a un mundo inhóspito y carente de todas las comodidades de la Tierra cuando, con un crecimiento organizado, podemos lidiarnos con cientos de miles de millones de personas aquí en nuestro planetica. Si tomamos en cuenta que los mares y los cielos podrían ser habitables, y que aún queda mucha tierra por aplanar y muchos edificios por construir, entonces cuál es la necesidad de arriesgarnos afuera. Además, para semejantes gastos, primero deberíamos eliminar las "necesidades" aquí antes de darnos los "lujos" de allí afuera.


    Por otra parte, es verdad tambíen que esa crítica a la explicación científica es, cuando menos, desfasada. En primer lugar, el problema no es que no puedan vivir cientos de miles de millones de personas en este planeta, la cuestión no es de espacio, es de consumo. Tampoco es verdad aquello que decían los catastrofistas sobre el colapso de la sociedad tal como la conocemos. La propia necesidad humana hace que cada día las instituciones como la ONU, la UNICEF y los organismos internacionales puedan tener cada vez mayor campo de maniobra. Un caso claro es el conflicto palestino-israelí. Pero volviendo al problema del consumo, no es un problema el que pronto nos quedemos sin vacas que comer, como muchos presagiaban en plena mitad del siglo XX. Los medios de producción crecen en la medida que la población crece (pues también crece la población que trabaja, y mejoran las técnicas de producción). Por supuesto, si hoy día la producción de reses fuera la de 1950, por supuesto que la carne sólo sería para los multimillonarios. Pero no es así.


    El problema del consumo no es la producción de alimentos. La actual pobreza y hambruna de los países que no han logrado un alto desarrollo no es el resultado de una carencia de producción, sino de una carencia social. Mientras no hayan instituciones fuertes cimentadas en las libertades individuales y sociales, no habrá trabajo ni salario justo, la producción será ineficiente, pues no habrá competitividad, y la gente seguirá sin poder conseguir comida, mientras la gente no tenga garantías económicas y legales para producir comida. Y mientras esto siga así, los países desarrollados seguirán intentado ayudar como puedan a la gente pobre. Pues estos no tienen los medios para sacar sus economías adelante. En el fondo, el problema de que no hayan tales instituciones basadas en tales libertades, se debe más a un problema socio-cultural. Y la economía también aporta su parte para que los países pobres sigan estancados. Por eso es verdad que el dejar la exploración espacial para invertir ese dinero en ayuda humanitaria, tendrá un leve o nulo efecto en la realidad.


    Por otro lado, se debe admitir que los beneficios de la exploración espacial no son tan tangibles para la persona media, pero quien tenga la voluntad de ver un pequeño destello de los beneficios que nos ha aportado a los hombres de la tierra, que se lea el siguiente párrafo en cursiva:


    " La pasta de dientes comestible (o infantil), las gafas de sol, almohadas anatómicas, zapatillas absorbe-impactos (para deportistas), aspiradores portátiles, presurización de cabina, lectores ópticos de billetes, el tubo de crema dental, el teflón, la pintura anticorrosiva, el termómetro digital, el marcapasos, el láser, el kevlar, las ecografías, los alimentos deshidratados (como el café en polvo), los detectores de humo. Las herramientas inalámbricas, como el taladro inalámbrico, diseñado para las misiones Apolo. El código de barras, desarrollado para controlar los millones de piezas destinadas a viajar al espacio. La televisión y la radio satelital, la telefonía celular, la navegación GPS, la tecnología médica de avanzada, la energía solar, los audífonos digitales, las telas resistentes al fuego, el microondas, los detectores de minas o los sistemas de purificación del agua. El maylar, material aislante utilizado por pilotos de competición, bomberos, submarinistas y cualquier persona que use un forro polar o guantes y botas térmicas para la nieve. El policarbonato, material con el que están hechos los discos compactos (CD), los Joysticks..."
    Así también, las previsiones meteorológicas  son posibles gracias a los satélites que día a día orbitan nuestro planeta...
    Llegado a este punto, difícilmente alguien diría que la exploración de nuestro espacio cercano no nos ha dado grandes ventajas tecnológicas en nuestra casa (desde la ama de casa con su secadora y su microondas, el marido con su GPS o su taladro inalámbrico, el hijo con su guitarra eléctrica o su ordenador portátil, o la hija con su telefono móvil o su comida baja en calorías). Es verdad que estoy haciendo demasiado estereotipo, pero no podemos negar que la exploración del espacio cercano nos ha cambiado la vida a todos para mejor. Incluso el desarrollo de alimentos más baratos y más nutritivos se deben a los proyectos de viajes espaciales. Pero la cuestión que se siguen preguntando algunos será: ¿Y para qué seguir gastando en ir más lejos?


    La respuesta la omiten muchos científicos, alegando que es algo obvio, pero la verdad es que no es tan fácil de responder. De fondo se mueve el espíritu explorador que motivó a los polinesios a recorrer todo el pacífico hasta conseguirse con una nueva tierra, imponente ante aquellos hombres de mar que vieron por primera vez la cordillera de los Andes. Ese mismo espíritu que miles de años después hizo que un genovés de apellido Colón se lanzara a la aventura de confiar en lo que se decía y no en lo que se veía, que la Tierra era redonda y no plana, que se podía llegar al Oriente por el Poniente. Aquella idea, descabellada para la gran mayoría, terminó definiendo lo que luego se llamarían las Américas. Pero, ¿qué vamos a hacer a Marte? Donde no hay grandes riquezas, ni bosques ni selvas, ni oro ni plata, ni océanos, NI SIQUIERA ATMÓSFERA!!!!


    La pregunta es capciosa, pues en Marte sí hay grandes riquezas, y hay oro, hierro, silicio y cuantos recursos minerales pueda tener un planeta como la Tierra, pero sin ser explotado, y sin tener una superficie cubierta en tres cuartas partes por océanos. Por otro lado, es verdad que su atmófera es casi tan nociva para nosotros como el espacio vacío. Pero al ser la Tierra tres veces más grande que Marte, modificar su atmósfera no es sólo tres veces más fácil, es cientos de veces más fácil, pues la atmósfera de Marte es delgada, y formada en casi su totalidad por CO2, por lo que, aumentando la densidad se aumenta el calor, creando un clima más benigno y liberando más gases de las rocas a la atmósfera. También, a diferencia de lo que hace pocos años se creía, está demostrado que hay suficiente agua congelada en el subsuelo como para reiniciar un ciclo del agua en Marte. Con lo que poco a poco el vapor de agua puede ir relevando el trabajo de efecto invernadero o "gas de calefacción" al CO2, en la medida que éste también vaya siendo absorbido por la biomasa vegetal en crecimiento. Así, la intervención del hombre en la transformación de Marte en un planeta agradable no tiene por qué ser una tarea titánica, si algunos millones de hombres se dedican a ella. Pero la cuestión sigue siendo, ¿para qué montarnos toda esta locura? ¿no es acaso una idea descabellada por inútil? Lo mismo dijeron muchos europeos cuando Colón llegó con noticias de un nuevo mundo...


    Por esto, la cuestión de fondo no es si es una empresa loable, o que enriquezca el conocimiento. Aunque a algunos les guste y a otros les parezca una herejía, la cuestión es, si nos es útil, más aún, si es necesario ir a Marte. La cuestión entonces remite al problema del crecimiento de la población. El problema, repito, no es de espacio, es de consumo. En la medida que expandimos nuestras ciudades, vamos agotando nuestras minas de hierro, carbono, cemento y demás alimentos urbanos. En la medida que agotamos nuestras minas, nos vemos obligados a explotar nuevas minas, que cada vez quedan más lejos de los centros urbanos, y más adentro en las tierras vírgenes, bosques y selvas. Y así poco a poco, eliminamos los pulmones naturales, que no se regerenan. Pues cerca de las minas agotadas han florecido nuevos centros urbanos, y donde hay trabajo hay viviendas, y donde hay viviendas hay servicios, y gente que requiera más alimento urbano, más concreto, hierro, silicio, oro, diamantes, plásticos e hidrocarburos. El problema no es de alimentos, podemos criar animales y plantas hasta que nos sobrepasen en números por cientos de millones. El problema no es de espacio. Los cultivos y campos pueden ser aprovechados por técnicas cada vez más eficientes, como el invernadero, el cultivo rotativo, los pastos de crecimiento rápido y largos etcéteras. Incluso algún día podrían haber edificios creados únicamente para la producción alimenticia.


    Pero tenemos una necesidad, desarrollada a largo plazo, a muy largo plazo, y es que los recursos minerales se nos están agotando. La técnica del reciclado nunca es suficiente cuando la sociedad está continuamente desarrollándose (y lo estamos haciendo). Así, aunque podamos adaptar nuestras técnicas hacia un consumo eficiente y ecológico, poco a poco, sin ser pesimista, sino siendo realista, los recursos se harán más difíciles de extraer, y me refiero nada más y nada menos que al sector primario, la base de la economía. Esto es un hecho que ya es palpable (apenas trescientos años después) en el primer continente que experimentó la industrialización. Europa, hoy por hoy, no posee casi en ningún sitio, algo a qué llamar tierra virgen. Los grandes bosques del pasado son hoy parcelas de pinos y abetos sembrados en fila, compartiendo territorio con parcelas de campos arados. Y de las grandes minas de los siglos de oro, sólo quedan algunas activas. La inmensa parte de la materia prima europea viene de lugares recién explotados. De la Amazonia y de África. De lugares en expansión demográfica, de bosques y selvas.


    Así, la exploración espacial no es un capricho de algunos ricos que sueñan con conocer las estrellas. Esa gente es una gran minoría. Tampoco es un proyecto que nos genera grandes beneficios tecnológicos. Eso es sólo un beneficio agregado. Tampoco es la necesidad de gente con calculadoras que buscan establecer contacto con alienígenas. Esa es sólo una pregunta latente. La exploración espacial es una parte indispensable de nuestro desarrollo económico, social y cultural. Porque abre las puertas al conocimiento de lugares increíbles, de tierras vírgenes. Tan vírgenes que ni la vida misma ha llegado, o eso creemos. Pues la evidencia de metano en la atmósfera marciana es un indicio vivo de que quizás algún tipo de vida bacteriana ha sobrevivido, en el caliente subsuelo, al clima enfermo y moribundo de Marte.




    La cuestión no es si la vida vino de Marte, o si la vida en Marte vino de la Tierra, o del espacio exterior. Tales cuestiones son tonterías cuando de vidas humanas estamos hablando. Pues de nada sirve saber la historia de Marte, de Saturno, o de la Tierra, cuando los humanos nos morimos de hambre, cegados por la guerra, la miseria y la ignorancia. Hay muchos mundos afuera esperando a ser descubiertos. No es cuestión de abandonar la Tierra, es cuestión de que vivamos para contarla.

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